Intervención del P. Mario Aldegani, Superior General de la Congregación de San José

Revdo. P. Mario ALDEGANI, C.S.I.
Superior General de la Congregación de San José 
(Josefinos de Murialdo)

Viernes, 12 de octubre de 2012

La práctica de la evangelización se sitúa dentro de una práctica de relaciones humanas. En la evangelización se subestiman con frecuencia la calidad y el espesor de las relaciones, o se piensa en ellos bajo una óptica instrumental, con el fin de acoger la buena nueva.
Vivir verdaderamente una relación humana significa dejarse alcanzar por la llamada que, además de ser a la vez promesa y don, está inscrita en la vida misma.

Una llamada a compartir, caminar juntos, acoger, hacerse responsables, sentir que lo que se posee le pertenece también al otro y es un don para todos. La calidad humana de la relación se mantiene viva en el creyente, gracias a la conciencia de que el corazón y la carne de cada hombre son portadores de la imagen de Dios, de la huella de la salvación de Cristo.

Podemos preguntarnos si las prácticas de evangelización son siempre prácticas de relaciones verdaderas y si siguen, por tanto, la huella del obrar actual de Dios.

Si es verdad que una crisis de confianza atraviesa tantos ámbitos de la vida contemporánea e incluso la propia crisis educativa, tal vez sea verdad también que la misma crisis de confianza atraviese a su vez los ambientes eclesiales y las mismas prácticas de evangelización.

La evangelización, en realidad, necesita un clima de confianza, una trama de relaciones marcadas por la esperanza. Una práctica evangelizadora en el signo de la confianza y de la esperanza debe estar sostenida por una reflexión antropológica profundamente inspirada por la Revelación.

Se trata, más que de componer lo antropológico y lo teológico , de pensar en lo humano a la luz y bajo la inspiración de la Revelación y la Pascua del Cristo. Se trata, más radicalmente, de situar plena y verdaderamente lo humano en las huellas de la revelación y la redención que se llevan dentro.

No puede haber hoy evangelización sin una profecía sobre el sentido y sobre la verdad de lo humano. La comunicación, y la propia evangelización en cuanto práctica de relación y comunicación, es posible porque habita en el mismo terreno, que no puede ser sino terreno de verdadera humanidad.

Pero habitar de verdad el “terreno” (la tierra, todo lo que es humano), significa seguir las huellas de la revelación y la redención y recibir la Palabra actual de Dios.

En este terreno quien evangeliza puede hacer oír verdaderamente la Palabra que salva y quien la escucha puede verdaderamente captarla como Palabra que interpela y libera, que exige pero que a la vez es portadora de júbilo.

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